Un día empecé a pensar en mis amigos poetas, esos cuyos versos me gusta escuchar, cuya obra, pasión literaria, ambas cosas… son un regalo para mí. Están por todas partes y a lo largo de toda mi vida. Ni os lo imaginaríais. O tal vez sí porque también vosotros tenéis dentro y alrededor poetas con los que gozar sin saliros de lo cotidiano.
Me entraron muchas ganas de presentároslos, de crear un espacio en el que fueran apareciendo sin más criterio que el de que yo los conozco, admiro y disfruto. Con ellos he aprendido que la poesía está para compartirla, para leerla, para reunirse a comentarla y darla a conocer… Que no es simplemente un reducto en el que encerrarse con uno mismo y las palabras propias o las de otro – aunque también sea lícito e incluso aconsejable hacer eso – sino un espacio de apertura y alegría.
Haríamos bien en sacar la poesía de los libros y lanzarla a volar por el aire o, cuando menos, a formar parte de nuestra vida diaria. Ya sabéis, sin necesidad de que os lo diga, de qué modo nos acerca a lo vivo y a lo sublime tan sencillamente que apenas nos damos cuenta de cómo ha sucedido tal cosa.
La poesía es misteriosa: no se sabe ni de dónde sale ni con qué recóndito órgano resuena, pero está claro que hace ambas cosas y que las hace de manera magistral.
Por favor, leamos poesía, escuchemos poesía, regalemos poesía… Dicen que se vende poco y no sé lo que pensaréis vosotros, pero a mí eso me parece una realidad atroz. Cuando era adolescente, rebuscaba con pasión en las librerías, a la caza de obras de poetas que me sacudían el alma o las entrañas; mis amigos y yo nos comunicábamos con entusiasmo nuestros descubrimientos y amábamos o desechábamos a los poetas consagrados con el desparpajo que sólo tales edades pueden dar. Me pregunto qué ha sucedido desde entonces.
En este momento y sin tener claro a qué velocidad avanzaré en mi propósito, inauguro un lugar en el que iré dedicando un espacio a cada una de esas personas cuyos escritos y cuyos rasgos deseo acercaros, siempre que ellas estén de acuerdo con mi iniciativa. Les pido que se presenten con su propia voz. Algunos son poetas admirados y requeridos; otros ni siquiera se han arriesgado a que tal cosa suceda. Yo he tenido la suerte de encontrarme con ellos; ahora quiero que esa suerte pueda ser también vuestra.
Gracias a ellos y a vosotros. El gusto es mío.
Mi querida poeta y, sobre todo, amiga: no puedo decir que discrepo de tus palabras porque no es discrepancia lo que me anima a dejar un comentario. Creo que tiene más que ver con el pudor, con el miedo de que mis sentimientos más íntimos, sacados a la luz mediante un ejercicio consciente y sesudo, puedan ser vistos y degustados por ojos y paladares ajenos; cosa que por otro lado es lo normal si te dedicas a escribir y publicar, pero ese no es mi caso, de ahí el vértigo, o eso creo.
No obstante, y a pesar de mis reservas, por ti, de tu mano y en la certeza de que este tuyo es un puerto seguro, me gustaría y me sentiría muy honrada de formar parte de tu elenco.
Creo que te entiendo bien porque yo misma siento esa renuencia a acabar de mostrarme en un aspecto tan íntimo al mismo tiempo que abro este espacio y avanzo en él tomando la misma dirección que me sobrecoge un poco. Yo, desde luego, me siento honrada y feliz de tenerte en mi casa virtual. Gracias, amiga 🙂