A Beatriz y a mí nos puso en contacto alguien pero nunca hemos logrado aclarar quién fue. De esa forma misteriosa me encontré poco a poco con esta mujer tenaz y valiente que no sólo cree en el poder de la palabra escrita, sino que, como es evidente, a través de la palabra  escrita toma un profundo, primario y contundente poder. Aquí os dejo varios de sus poemas, en los que la voz toma tanto volumen como precisa para poner de manifiesto esa  férrea condición humana de desarraigados que, quién sabe por qué, aún a través de todo continúan empeñados en persistir.

Fotografía con tratamiento tipo dibujo de Beatriz

Beatriz.S.

Creo firmemente en el poder de la palabra escrita. A menudo nos permite expresar aquello que de otra manera no nos atreveríamos a exteriorizar. Ejercer el derecho y la libertad de la palabra resulta curativo. Podemos ser, al menos en ese intervalo, libres.

Actualmente trabajo como profesora de lenguas. Escribir es recorrer los recovecos del lenguaje, experimentarlos y descubrirlos. Es jugar con él y (re)conocer las posibilidades que nos ofrece.

Enseñando y aprendiendo lenguas extranjeras conoces las características y los matices de otros idiomas: se descubre otra manera de jugar; de entender y vivir el mundo.

Utilizar el lenguaje como manifestación artística es constructivo y liberador, mi mejor terapia cuando encuentro un momento para ello en medio de la vorágine del día a día.

FUENTE 

Fuente estanca
libera ruido.
Interferencias.
Contrasentidos.

Baldosas desconchadas.
Visitantes entre grietas
y entre juntas: cucarachas.
Andares invertidos:
Cangrejos en la línea de frente.

Derrota predicha
en la ondulación del agua empantanada,
utópicamente en movimiento.

Agua de la fuente.
Fuente en el cementerio.
Flores.
Cuerpos.

SIEMPRE

Automatismo de la ida y vuelta,
del trayecto arrancando
de la zona de confort.

Vaivén que desliza por andenes degradados,
arrastra andares aturdidos
por la realidad.

Feroz frenesí
y encruzijada
de raíles perpetuamente transportando
pensamientos de los nómadas en tránsito.

Movimientos asumidos,
interiorizados y reproducidos.
En todo momento: gentío.

Avalancha humana, ávida
de aferrarse a la posibilidad enésima y perpetua
de redención:

en un gesto amable,
en un intercambio veloz
entre interlocutores enfrentados:
siempre una sonrisa,
buenos días,
adiós.

Siempre, en todo caso, el riesgo de la ocasión.

LA CASA DE LOS SUEÑOS

La casa de los sueños
vive, palpita dentro de corazones huecos,
almas que se entregaron al descanso
-escapando de todo, de sí mismas,
del terror de vivir.

En la calma y en las pausas todo es pacífico
-hasta la guerra,
hasta los gritos que se callaron
porque sus dueños murieron.

Dormir, dormir, dormir…
Abandonarse al silencio.
A un paso del tiempo despreocupado.
Y no sentido. Alivio.

Terapia para pobres primermundistas.
Dormir. Y en sueños soñar que uno duerme.
Y así hasta el infinito.

DESPATRIADO

Ocho años de utopía desmentida en la espera:
tiempo hilvanado entre costuras, construido en el no-lugar de la expectativa
y la demora es aún hoy impertérrita.

Intervalo de movimientos cancelados, mancillados,
sólo el ir y venir de pupilas persiguiendo cucarachas en los recovecos de las paredes urbanas.

Apátrida en el destierro.

Fuera de tu hogar, fuera de tu alma. No construyas disfraz:
el ostracismo es tu sentencia dictada.

Quietud enquistada en el paso del tiempo, no corre con él, aunque él avanza,
envejecimiento prematuro de las entrañas.

Homeless. No conoce seguridad ni calma.
Y el ser petrificado, cuasi inanimado, lucha su batalla.

En la expresión mínima del ser que desfallece,
del ser que ya no tiene ganas.
Ladrón de ilusiones, mi grito resuena en el interior de mi carcasa.

Me lo trago. Me trago ocho años de muerte en vida, degluto mi tiempo y mi presente.
En el confinamiento. Sin hogar. Sin casa.