el vacío está dentro, en las entrañas,
como un nido presto
a acogerme en firme.
dejarme en paz, en blanco,
mecida por la miel de su dulzura,
desvanece todo atisbo de torpeza
y temor ante el hueco de la Nada.
¡ven aquí, mujer de enredadera!
¡déjate danzar por el silencio!
los minutos son, en él, eternos,
y el tic-tac hace larga la espera.
¡déjate vestir con sus ropajes,
un manto suave de nieves y azahares!
huele la brisa nueva que te toca
y descansa, por fin, de tus pesares.