A veces comprendemos mucho tiempo después… y comprender nos impresiona.

Os dejo aquí un poema escrito con mucho amor.

Ilustración de Christian Schloe

La niña azul

Nieta del páramo,
en el pozo de mis ojos fijos
moraban acechando las inquietudes
como criaturas abisales.

Un lápiz de grafito
para apresar la palabra temprana,
el reverso de los folios usados
junto al olor a cedro de la caja de los colores.

Jugaba con la luz.
Deshojaba las flores con una sola mano
mientras pajareaba por otros mundos.
Creí que me pertenecían tales destrezas,
no pesé
ni siquiera la sal de mi propio sudor.

Así,
aunque jamás lo hubiera sospechado,
fui la pequeña princesa consentida
vestida de arpillera,
adornada de escarcha,
calzada con el barro de los charcos,
perfumada de mentas y tomillos.

La realidad
susurraba su atrayente promesa
tras cortinas de seda.
Yo, al otro lado
de un paño empapado de noches,
construía
castillos con amor momificado
para dormir a salvo
en sus coriáceas matrices.

La calle estrecha,
la lechera
balanceándose en mi mano,
oscuridad
y la mansa, tremenda, magnitud de las vacas
junto a la honesta esencia del estiércol.

En la cocina
casi nunca hace frío,
y al hervor,
la tacita de nata con azúcar.

Mamá, yo soy azul.
Sí, hija, azul eres.

Marian Quintillá

 

Publicado en el Número 91-92 de la Revista de Literatura ALGA