Silencio, paz, quietud, descanso…

Encuentro.

Con uno mismo, con Lo Inabarcable, con otros caminantes inesperados…

Con la cercanía reflexiva y consagrada de los monjes.

Con tantos siglos hechos piedra.

Un ciprés bien sabido que Gerardo Diego esculpió en versos, de los que elijo tres:

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.

Allí estuvimos unos días el pasado otoño. Nos quedamos con ganas de más. Y de seguir aprendiendo a construir esa quietud numinosa dentro.

Me parece imposible tomar palabras para transmitir el silencio, pero quise intentarlo:

 

Silos

Abandonar el ruido
es posible
y quirúrgico.

Contemplar
prende el centro
de nuestro poder más real.

El silencio se escucha,
no es mudo.

El estruendo se desgañita,
empeñado en perpetuarse
como un virus

mas sólo lo que es cierto
tiene cualidad de sentido.

No hay nada que hacer antes
aunque el no hacer nos tiemble.

En abrazar la nada
está la puerta al todo.

Marian Quintillá

 

Publicado en el Número 91-92 de la Revista de Literatura ALGA