Alrededor de la muerte de mi madre, de la que hará ahora – dentro de muy poquito – veinte años, estuve escribiendo varios poemas inspirados en ella. Quiero compartir con vosotros este, que presenté en el Festival de poetAs 2019 «Otro modo de ser es posible» y que fotografía una parte para mí muy especial de su bello modo de ser.

Me pregunto cuánta de mi libertad interna floreció gracias a esa capacidad suya para vivir de manera natural lo extraordinario.

Sucedemos tanto sin darnos cuenta…

Todos los Días de la Madre brindo con ella. Hoy no iba a ser menos. Y esta vez con vosotros.

Por ti, mamá.

 

Recuerdo de infancia

La cera de la vela rebosa y cae al pie,
huele a tierra mojada,
los truenos, a lo lejos, estremecen el cielo.
Un rayo. Dónde. A quién.
Y un fragor de relámpagos rasgando.

Se ha ido la luz.
No leas con la vela, que es malo.
Y Robin Hood hundido con los suyos en el bosque de Sherwood…
¿Qué estás haciendo, amor?

De pronto, oigo la voz.
Viene de dentro,
de atrás,
y trae secretos de gentes anteriores que escuchaban los cielos.
Ruge. Sacude el alma, aullante de alegría,
de misterios terribles.

Y corro
al viento, al aguacero, a los pies sin zapatos en el charco,
a la tierra que huele,
al espíritu alado de mi raza,
atemporal,
eterna,
primitiva,

arrebatada por la voz del mundo.
Y en ella me quedo.

Sólo más tarde la veré, en la noche,
de vuelta, callada,
junto a mi charco, mirando la luna,
oliendo la tierra.

Y pondré mi mano en su mano cómplice antes del regreso.

Madre.

                                                        Marian Quintillá