Lo cierto es que ni cuando lo escribí ni cuando lo elegí para la revista imaginaba desde dónde iba a llegar a acabar leyéndolo.

Revoluciones

I

Si venís a mudarme la amplitud de los días
y a agostar la esperanza presa de las bondades,
si volviera el aullido a encerrarnos las naves
en el puerto seguro del que no existe huida,

si han de aprender los niños a coro la decencia
cercenándose, tiernos, su impulso más genuino,
si hemos de hacer del mundo un atroz paraíso
en el que cante el pájaro pero el alma no quepa,

permitid que disfrute mi postrero banquete,
descorche la botella demasiado preciada
y clausure, transida, con cierta impertinencia

el tiempo en el que fuimos navegantes rebeldes,
quizá ayunos de rumbo, mas con las manos anchas
y el aire dilatando las ventanas abiertas.

II

Y si éstos son los tiempos en que hemos de enfangarnos
por haber pretendido alcanzar a los dioses
reventando murallas, dinamitando moldes,
ambicionando a gritos lo que no imaginábamos,

si éste es el precio amargo de aguantar la resaca
de haber participado en tal algarabía,
dejadme que celebre que no hallaremos bridas
para amansar la yegua indócil que nos manda.

Me sentaré en el porche de mi casa olvidada
a mirar cómo estallan los candorosos diques
con que, crueles, tratamos de domar a la bestia

y lloraré la muerte de la flor por la espada,
la crónica anunciada de un alarmado envite,
la sorprendente garra de otra vuelta de tuerca.

Marian Quintillá

Publicado en el Número 82 de la Revista de Literatura ALGA