EN EL REGRESO
                      VII
Siete años retenida en la crujía
de los cuerpos varados:
Enfermedades como piedras adheridas
a nuestros pies clavadas en los ojos
Más cerca del discurrir de la vida tierra adentro

Un topo va abriendo galerías en el hueso
Desorden que avanza hacia una gris quietud
Afuera el aire permanece ajeno
Cavidades nasales como balsas naufragio
sobreviviendo en el fragor de la tormenta

Qué hierro devasta en mi interior
Atraviesa el somier de mi cerebro
anulando toda clara visión
En esa negra argolla de su puerto
se ha enredado mi vientre
Instante en que mi búsqueda enfebrece

Pero un día al despertar sabré
Desde el pozo ilimitado del vértigo
hasta el delgado filo de tu pulso
de un sueño enterrado
más certero que cualquier vigilante existir

Entonces conoceré el bálsamo
para evacuar mi mal
Y miraré los ojos sin tiempo
de los peces que nada saben del acero
en sus carnes de redes sobretejidas
de las fauces succionando la azul oscuridad
Ella en cambio llegará tarde
a su espina a su cita programada:
La enfermedad como el hambre
esa otra más lenta devastación

Yo sé cómo me habéis lavado las heridas
Ungiéndolas de aceites olorosos deseos
del bien ajeno en la conciencia de eso
que podría ser nuestra misma batalla

Agasajada como roja granada
me he abierto os he mostrado el resultado
de tanta comprensión y sin embargo:
para mí he de guardar
esa continua regresión a un reto
en el vacío

Aquellos otros males
para los que no hay ojos
Como exiliados en tierra de nadie
Al dolor fantasmal pozo cegado
pero es tan fácil bajo los pies
su grieta

Al borde de este acantilado
tu voz reposa y ve feliz
que alguna vez las brumas traerán:
lluvia con que apagar el incendio de mis labios
Imparables gotas vino y buenos presagios
anuncian reparación punto de tregua
equidistante partida hacia otra incógnita
Tiempos tendidos bajo un sol
como vastas llanuras se avecinan
Largos paseos y bonanza en un mar
que no se sabe transitorio que aún no siente

todo lo inoculado en su azulada vena

(De Ánforas, Devenir, 2009)